Llinás, quien descubrió que el calcio se mueve por canales
especializados y permite la liberación de los neurotransmisores en el proceso
de transmisión sináptica, esa especie de lenguaje con que se comunican las
células, está a punto de dar a conocer estudios que pueden significar un salto
en la mejoría de la calidad de vida de la gente.
El primero —de él hablará en su próxima visita a Colombia a
fines de mes— se refiere a las propiedades y aplicaciones de lo que denomina
“el agua bendita”, esto es, agua que ha sufrido un proceso de cavitación y ha
aumentado, así, su concentración de oxígeno mediante la generación de pequeñas
burbujas. Ese estudio lo realizó a petición de un miembro de la comunidad
médica. Llinás constató que esa agua incrementa la oxigenación de las células y
la producción de ATP, el generador de energía al organismo. Esta nueva “agua
bendita” incrementa la capacidad de los deportistas, tiene un impacto positivo
en procesos asmáticos e insuficiencias cardiacas y puede prevenir y detener el
alzhéimer. Llinás ha hecho esas comprobaciones en ratones y calamares. Sin
embargo, sólo el consumo regular del agua puede determinar su real beneficio en
los seres humanos.
Y también está realizando un estudio sobre disritmia tálamo-cortical
y quiere determinar la influencia de los factores emocionales en la
somatización del dolor, especialmente en el caso de la fibromialgia, un dolor
muscular no localizado que ataca principalmente a las mujeres.
Y terminó un estudio sobre una droga que aminora la
enfermedad del alzhéimer, y ahora está comprobando su impacto en cinco mil
pacientes.
Y, como si lo anterior fuera poco, también está haciendo un
robot inteligente para la Marina de Estados Unidos, que necesitaba un sistema
más eficiente para proteger sus costas. Entonces Llinás, con la ayuda del
ingeniero colombiano Alex Porras, a quien le está dirigiendo su tesis de
doctorado sobre robótica, elaboró un robot, con tecnología análoga, y no
digital, como los que existían.
—Lo hicimos y le dimos en la jeta a todo el mundo —dice, con
su peculiar manera de hablar. Y agrega: —El nuestro es más rápido, más
sencillo, y más inteligente.
Pero a esta eminencia de la neurociencia, que ostenta el
título de University Professor de NYU, con posibilidad de serlo en cualquier
universidad norteamericana, honor que no se confiere sino a muy pocos, y que
dice que en su vida no ha tenido tiempo para hacer ejercicio ni para
enfermarse, el tiempo le ha alcanzado no sólo para la ciencia, sino también
para conversar —por lo menos durante media hora diaria— con Gillian Kimber, su
esposa australiana, Ph.D. en filosofía, sobre temas de ciencia y filosofía. Y
para hablar con sus nietos, observar con ellos los astros por su telescopio
gigante y enseñarles a investigarlo todo, como lo hizo con él su abuelo, el
doctor Pablo Llinás, quien, como el abuelo Nicolás del premio Nobel Gabriel
García Márquez, también fue la influencia más importante de su vida.
¿Y Colombia?
—Con Colombia he intentado hacer cosas muchas veces, pero
nunca he podido —afirma Rodolfo Llinás, quien a lo mejor sea nuestro próximo
premio Nobel (ya varias veces ha sido candidatizado para recibir ese galardón).
Y añade: —En el país no hay la constancia para continuar con los proyectos.